Un proyecto por la juventud en Querétaro

Por Ricardo León

El Puente de Esperanza, 27 de años de constancia y dedicación

Hace unos meses que iniciamos este proyecto voluntario con El Puente de Esperanza I.A.P. como parte del trabajo de Empresas con Sentido para apoyar el fortalecimiento de organizaciones de la sociedad civil. Sin duda ha sido un proceso de descubrimiento en el que he tenido la oportunidad de apreciar de primera mano los retos que acompañan este proyecto social, más de 27 de años de constancia y dedicación para producir un cambio profundo en las trayectorias de cientos de jóvenes, a través de la educación y la formación integral para la vida.

El estado de Querétaro es un lugar de oportunidades y contrastes. Con una ubicación privilegiada, en el centro de los principales flujos económicos en México, a través de los años se ha convertido en un destino atractivo para la inversión y la migración interna. No obstante, este positivo escenario no es la realidad en todo el territorio estatal. Resaltan las diferencias en los índices de pobreza entre los municipios de la zona metropolitana y el resto del estado, especialmente aquellos en la región de la Sierra Gorda (CONEVAL, 2020).

De ahí el valor del programa de El Puente de Esperanza, que apuesta por la construcción de capital social a través de la formación de jóvenes originarios de zonas con alta incidencia de pobreza, haciendo posible que accedan a las oportunidades que ofrece una mayor oferta educativa de nivel medio y superior, así como el entorno socioeconómico dinámico de la ciudad de Querétaro.

No solo profesionales competitivos, sino personas íntegras que sean de gran valor para sus familias y la sociedad

Dicho esto, puede parecer simple el funcionamiento del programa, brindar los medios para que los jóvenes puedan vivir y acceder a la oferta educativa de la capital. Lo cierto es que ésta es apenas la punta del iceberg de El Puente de Esperanza. Comenzando por asumir la responsabilidad del cuidado de más de 20 adolescentes, chicas y chicos que viven por primera vez en la ciudad. Pero la visión va más allá, porque los jóvenes viven un proceso de entre 3 y 10 años en el programa, un proceso en el que El Puente de Esperanza asume el compromiso de formar, no solo profesionales competitivos, sino personas íntegras que sean de gran valor para sus familias y la sociedad. Y esto, por supuesto, no es nada simple.

Cerro de la Media Luna en la Sierra Gorda de Querétaro

El Puente de Esperanza es un proyecto de muchas personas, a quienes poco a poco he tenido el privilegio de conocer, el equipo ejecutivo, el patronato, los beneficiarios, las familias, los voluntarios, los donantes y otros aliados; todos son piezas indispensables sin las que el programa no existiría. Hoy, la pregunta que nos hacemos es, cómo podemos incrementar el impacto del programa, cómo podemos alcanzar a más jóvenes y crear círculos virtuosos de prosperidad para sus familias y comunidades.

Con esto en mente, nos hemos fijado el reto de medir y evaluar el impacto del programa. Queremos entender qué aspectos pueden fortalecerse y compartir los aprendizajes con la comunidad; además de demostrar, con hechos y datos, que el programa ha contribuido a mejorar la vida de las personas, que apostarle a la educación y brindar oportunidades a la juventud tiene sentido; y de esta forma, atraer a más aliados que se sumen al reto de ampliar el impacto positivo de El Puente de Esperanza.

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